martes, mayo 19, 2015

La grieta

La grieta, The rift, Endless Descent, Juan Piquer Simon, Jack Scalia, R. Lee Ermey, Ray Wise, Pocholo Martínez-Bordiú, De Laurentiis

Decía Piquer que él no era de los que se apuntaban al carro de las modas cinematográficas, todo lo contrario, si no que él iniciaba los proyectos antes que nadie, pero que sus dificultades a la hora de materializarlo hacían que llegara el último. Repito, es lo que decía él.

Después de los buenos resultados que dio la asociación Piquer- Escrivá-De Laurentiis con Slugs, se pusieron manos a la obra en otro film. Lo que en un principio tenía que ser un film ambientado en el espacio acabó cambiando su localización a la del fondo del mar, según el director porque ya se había tocado demasiado el tema espacial y meter el embrollo en las profundidades era lo nunca visto. Poco sabía (o sabía demasiado) que a la vez que la grieta estaban gestándose un buen montón de proyectos con temática acuática: Abyss de James Cameron, con diferencia la gran triunfadora; Profundidad seis de Sean S. Cunnigham; Leviathan: El demonio del abismo, de George P. Cosmatos, que a la postre también estaba producida por Dino De Laurentiis;  y las flojísimas La fosa del diablo y Los señores del abismo.

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La historia no tiene ningún secreto de lo manida que está: un submarino de  última generación ha desaparecido en las profundidades, así que llaman al tipo que lo diseñó para enrolarlo en una expedición de rescate. Evidentemente lo que se encuentran ahí abajo es algo que no se esperan.
Como decía, nada nuevo bajo el sol. Pero es lo que nos gusta de estas series B que están escritas con el mismo patrón, previsibilidad a tope, personajes estereotipados (el prota se encuentra como miembro de la expedición a su ex-mujer por la que todavía siente algo), situaciones mil veces vistas y locuras por doquier.

Como ya comenté, a Piquer lo que le gustaba era rodar películas como las que veía de chaval, es por eso que La grieta es una especie de versión de Viaje alucinante (sí, esa que la mayoría conocimos por ser la inspiradora de El chip prodigioso) pero con gore y casquería, además de unos bichejos muy feos. Que, a la postre, son el plato fuerte del film, gestados por Colin Arthur y Carlo de Marchis

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En lo que respecta al elenco, la cosa les quedó muy apañada: Jack Scalia (actor de un montón de teleseries americanas), Ray Wise (que ya lo habíamos visto haciendo de malo en RoboCop y poco después lo veríamos en Twin Peaks), R. Lee Ermey (básicamente conocido por La chaqueta metálica y que, según Piquer, era el peor de los actores), Emilio Linder (que, al igual que en Slugs, le revientan la cabeza), Luis Lorenzo (clásico mariquita de pluma en las comedietas de los 70/80 y que para más señas era el mayordomo que se convertía en hombre lobo en El liguero mágico), Garrick Hagon (el padre al que atracaban al principio del Batman de Tim Burton), Edmund Purdom (que ya lo habíamos visto en Mil gritos tiene la noche), Frank Braña (indispensable en cualquier peli de Piquer) y ¡claro que sí! el archiconocido Pocholo, que apenas tiene dos líneas de diálogo y se lo cargan el primero.

La grieta se quedó como una serie B muy agradable de ver, con un ritmo endiablado (al parecer, el propio Dino De Laurentiis se encargaría de quitar 10 minutos de película para hacerla lo más trepidante posible), muchas ideas locas, explosiones dignas de la mejor mascletá y actores tan malos que no puedes hacer otra cosa que cogerles cariño. Con unos efectos muy dignos, salvo la maqueta del submarino que es de los chinos, que hacen acto de presencia en casi todo el metraje y nos dejan con la pregunta de qué nueva idea descacharrante nos van a escupir en la cara.

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Aquí superó los 300 millones de pesetas (casi 2 millones de €) lo que ya la convierten en un gran éxito económico, pues había costado unos 200 millones. Además, contó con distribución en Norteamerica de la mano de la Carolco, eso sí, directamente a vídeo. Y es que cuando La grieta hizo acto de presencia a principios de 1990, ya hacía un año que se habían estrenado los Abyss, Leviathan y compañía, lo que hizo que el mercado para este tipo de films estuviera demasiado saturado.
Todo ello culpa de Dino De Laurentiis, que teniendo entre manos Leviathan, se dedicaba a pedir más y más borradores del guión porque aquello no le acababa de convencer. Hasta tal punto llegaron que Piquer dejó el proyecto por imposible y se dedicó a mover otras opciones hasta que Escrivá le convenció para retomarlo.

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Con Slugs y La grieta, Piquer llegó a su punto álgido en términos artísticos, es por eso que choca que a partir de ahí su filmografía fuese cuesta abajo y sin frenos. Entró en los 90 con La mansión de Cthulhu, un film mediocre con precariedad de medios que da que pensar el porqué pasó de rodar dos películas de bastante presupuesto para lo que se solía manejar y acabó en un berenjenal que salió muy mal parado, pues tuvo sus más y sus menos con Lauren a la hora de la distribución y el film quedó en el limbo hasta que la sacaron directamente a vídeo. Después llegó la decadencia absoluta con La isla del diablo, Manoa, la ciudad de oro y El escarabajo de oro, un triste final para alguien que llegó cuando el fantástico español estaba en decadencia y tuvo que remar contra viento y marea para hacer productos que, si bien a veces no llegaban a los mínimos exigibles, solo  el hecho de conseguir realizarlas ya es motivo de elogio.

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